Por José Gregorio Torres.

Escasos catorce años distanciaban a estos dos ilustres trujillanos: uno nacido en el pueblo de Isnotú en el año 1864 y el otro, catorce años más tarde en 1878, en la histórica población de Carache. El primero, José Gregorio Hernández Cisneros, quien hoy, luego de setenta años de su fallecimiento, recibe el más grande título otorgado al hombre virtuoso, y que lo eleva definitivamente a los altares y le da la connotación universal de Santo en el canon de la madre iglesia cristiana, católica, apostólica, romana y universal. El segundo, con la distancia que esto significa, Rafael María Quevedo Viloria, hombre de virtudes elevadas a la más alta connotación a la que un ser humano pueda aspirar: el reconocimiento inmortal a su memoria.

Dr. José Gregorio Hernández. Foto: Cortesía

Aquel joven de tan solo 16 años, quien, luego de graduarse de bachiller en el Colegio de Primera Categoría de los Andes en la ciudad de Trujillo, el 5 de agosto de 1894, se inscribe en la prestigiosa Universidad de los Andes para estudiar medicina, carrera donde aprueba su primer año para luego trasladarse a Caracas y continuar su carrera en la Universidad Central. Es allí donde se hace alumno y discípulo del Dr. José Gregorio Hernández y de otros médicos distinguidos profesores, entre los que se cuentan Adolfo Briceño Picón, Luis Razzetti, Francisco A. Rísquez, Pablo A. Dominici y Pablo Acosta, eminentes científicos. A decir de este recordado e insigne personaje de Carache, fue un brillante estudiante, destacándose en el ejercicio de su profesión, llegando a ocupar cargos tales como el de Director de una dependencia del Ministerio de Instrucción Pública y médico del Ejército en Caracas, ejerciendo más tarde en su estado natal Trujillo varios cargos políticos públicos sin dejar de ejercer su profesión de médico.

Placa Dr. Rafael Quevedo Viloria en la Iglesia de Carache. Foto: José Gregorio Torres.

Para los interesados en ahondar en esta nota, debo destacar que gran parte de esta información se encuentra en una publicación titulada «Médicos Trujillanos de ayer y de hoy» de Pedro Emilio Carrillo, en el cual su autor logra plasmar importantes facetas del Dr. Rafael Quevedo Viloria, de quien lleva bien merecido su epónimo el Hospital I de su pueblo natal Carache. De igual manera, lo recopilado por Rodolfo Minumboc en su libro «Convivencia con los míos», en el cual no solo enaltece al personaje como un hijo ilustre de Carache, de grandes virtudes, sino que, para honrar su memoria y que luego de cumplirse un centenario de su nacimiento en Carache el 15 de septiembre de 1878 y cincuenta de su fallecimiento en Caracas el 28 de septiembre de 1928, el artista en el año 1978 traslada sus restos mortales desde el Cementerio General del Sur hasta el Templo de San Juan Bautista de Carache, donde se encuentran descansando en paz a la entrada de una de sus principales naves. Con lo cual, Minumboc quiso reivindicar a este destacado médico trujillano a quien le precede el honor de haber sido alumno y discípulo del hoy Santo Dr. José Gregorio Hernández.

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