Por José Gregorio Torres 

Al parecer nada ni nadie podrá hacer que los accidentes motorizados desaparezcan, pero sí que al menos disminuyan, y es que solamente el grado de conciencia para lograr reducir sus índices, debe ser considerado fundamental a la hora de que un ciudadano se empodere de uno de estos vehículos motorizados, por otra parte, es de considerar que es el Estado con sus organismos de seguridad, es el que tiene la obligación de garantizar, entre otras estrategias, cursos de concientización y capacitación permanentes, donde en primer lugar se les haga saber a los conductores de estos aparatos, que aunque estos tienen una importancia vital para toda actividad productiva en la zona, deben respetarse las leyes y normas creadas para este fin y, por tanto, contribuir a orientar su uso en ese aspecto, pues se ha convertido en una herramienta fundamental de trabajo tan importante como cualquier otra pero también instrumentos de muerte.

Ahora bien siendo que este vehículo motorizado es tan útil e imprescindible para la economía de los pueblos y que en el caso de Carache, ya es un hecho que domina en un 50 % el parque automotor del municipio, las autoridades competentes deberían de pensar en buscar la manera de controlar o por lo menos limitar el uso de estos vehículos especialmente por parte de los menores de edad, llevando en primer lugar el registro de las motos, creando responsabilidades en los conductores y propietarios, pues cada día vemos más niños al frente de estos vehículos, sin el cumplimiento de las más mínimas normas de seguridad, para empezar sin el casco y luego trasladando pasajeros sin este elemento que pudiera en caso de accidente, salvar la vida. Pero, al parecer, ante las normas establecidas, todos hacen caso omiso, con las fatales consecuencias que ya todos sabemos.

¿Ahora quién le pone el cascabel al gato? 

Si desde la misma familia llámese Padre o madre, no se hace conciencia del riesgo que conlleva, entregarle una moto a un niño, sabiendo que por la edad la inexperiencia y hasta el poco dominio de este vehículo pudiera causarle daños irreparables a su integridad física, y lo que es más, hasta con perdida de la vida, en Carache, lo hemos vivido con mucha frecuencia, donde la adrenalina de algunos, revuelta con alcohol y otras sustancias, o simplemente por el deseo de la competencia, hacen que nuestros jóvenes y no tan jóvenes, tengan que interrumpir su vida y en otros casos la de inocentes personas, quienes son sorprendidos en un accidente del cual no esperaban formar parte y pasar a engrosar las largas listas de accidentes de tránsito, o de defunciones, ojalá se tome conciencia y logremos que los padres de estos niños y jóvenes decidan regalarle unos años más de vida a sus seres queridos y limiten permanente de este riesgoso vehículo a los menores de edad y sin el mínimo de medidas de seguridad requeridas. Es difícil, pero no imposible, que hagamos conciencia. Hagamos contraloría social.

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