Por José Gregorio Torres

No es fácil despedir a un amigo, a un colega, pero sobre todo a una persona útil, para los que conocimos a Nicomedes antes de ser todo un profesional en la Educación, y es que le precedieron dos ejemplos a seguir, ellos forjaron su carácter y su personalidad, sus progenitores. Dilia García de Benítez y Nicomedes Benítez. Ella una enfermera, mujer noble emprendedora y muy humanitaria, de la que  aprendería muchas cualidades, entre ellas el orden y la disciplina, de su padre Nicomedes Benítez, un humilde servidor público, la presencia oportuna para cualquier evento donde pudiera ser útil y creativo, dos servidores públicos eminentes, sin lastres de ningún tipo que pudiera manchar su imagen, una familia de gran arraigo en la comunidad. En ellos y en ese ambiente prestó para las causas nobles, fue criado Nicomedes Alberto junto a sus hermanos, y quien, luego de graduarse de Bachiller, logró sus estudios superiores en Educación para hacerse luego docente de su amado Liceo Juan Antonio Román Valecillos.

Ejerció durante muchos años la docencia de aula, y pronto se hizo insuperable en todo lo que fue la planificación, organización y coordinación de las actividades escolares, curriculares y extracurriculares, no fue Nicomedes ajeno a cualquier actividad que necesitará de su toque artístico en el cual era exigente, pero con resultados sin duda de gran calidad, fuese cual fuese el tema o la necesidad, El Mozo, como se hizo llamar cariñosamente por sus colegas y alumnos. Siempre lograba sobresalir en su empeño de demostrar sus cualidades artísticas, pese a que sus conocimientos eran innatos y en muchas ocasiones, las condiciones materiales limitadas, no dejó de prestar sus servicios para bien de la institución que lo preparo como profesional y como ciudadano, festivales, encuentros y compartires y todo aquello que pudiera dejar en alto el buen nombre de su institución.

Repentinamente y sin preaviso,  Nicomedes se ha marchado, sin despedirse, sin que nadie pudiera imaginarse que sus aportes a la educación y a San Juan Bautista, serían sus últimos arreglos y ambientaciones y que sería en el marco de su serenata,  el momento de su lamentable partida. Quienes conocimos al profesor Nicomedes, sabemos de su rectitud y buen juicio como educador y que sus actitudes a la hora de aplicar sus juicios, eran por sus propias convicciones sobre la materia, indoblegable ante una acción que mereciera su disciplina, pero como ser humano sensible y de corazón noble, pues también supo al igual que sus padres, honrar con sus oportunos servicios a la comunidad de Carache. Descansa en paz, colega y amigo Nicomedes Alberto Benítez García.

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