Por Ing. Carlos Lozada
Hace unos cuantos años, mientras ejercía mi profesión como ingeniero civil, fui contratado para realizar una licitación. El contratante era el dueño de una constructora reconocida en el estado Lara. Lo que más me llamó la atención durante esos intensos tres días —y sus respectivas noches— de trabajo, no fue la complejidad del proyecto ni la presión de los plazos, sino la presencia constante de libros al lado de aquel empresario.
Mientras nosotros nos sumergíamos en planos, cálculos y propuestas, él devoraba páginas como quien bebe agua en medio del desierto. Tres libros en tres días, cada uno de unas 200 a 250 páginas. Un lector voraz, sin duda. Mi curiosidad pudo más que la discreción, y le pregunté cómo lograba leer de esa manera. Su respuesta fue sencilla, pero profunda:
«Gracias al mejor regalo que recibí en mi niñez de parte de mi padre: un curso de lectura veloz.»
Regalos que trascienden
Esa frase se me quedó grabada. Hoy, en medio de un mundo cada vez más digitalizado, reflexiono sobre los regalos que realmente valen la pena. No me refiero a juguetes costosos ni dispositivos de última generación, sino a herramientas que siembran capacidades duraderas en nuestros hijos.
Desde mi experiencia —quizás subjetiva, pero honesta— me atrevo a proponer algunos de esos “buenos regalos” que podrían marcar la diferencia:
Lectura veloz y comprensión profunda: Leer no solo abre puertas, sino que construye mundos. Enseñar a leer bien es sembrar pensamiento crítico.
Programación: No importa si nuestros hijos serán médicos, músicos o agricultores. Entender cómo funciona la tecnología es tan esencial como saber escribir.
Educación financiera: Para que no repitan el ciclo de ser eternos trabajadores para otros. Saber ahorrar, invertir y emprender es empoderar.
Idiomas: El inglés sigue siendo clave en un mundo globalizado, y el chino mandarín, con su creciente influencia económica, no debería ignorarse.
Matemáticas: Las siempre necesarias. No solo para resolver ecuaciones, sino para estructurar el pensamiento lógico y tomar decisiones acertadas.
Educar para la autonomía
La educación que brindamos a nuestros hijos debe ir más allá de lo académico. Debe apuntar al desarrollo mental que les permita innovar, ser autosuficientes, tener criterio propio y convertirse en generadores de trabajo y riqueza. No se trata de formar empleados, sino de formar mentes libres, capaces de construir su propio camino.
Desde El Trapiche, donde la tierra enseña paciencia y la caña se cultiva con esmero, sigo creyendo que los mejores regalos no se envuelven en papel, sino en tiempo, intención y visión de futuro.
Nos leemos el próximo lunes.